Entras en tus redes sociales. Estás sosteniendo el móvil haciendo scroll con el dedo: un vídeo de un perrito, un tutorial para limpiar una rueda de coche, una chica maquillándose de manera magistral y de golpe ¡PUM! una publicación de una empresa. Ni siquiera sabes de qué va, así que pasas a la siguiente publicación. Todo esto transcurre en menos de 10 segundos.
Así son las redes sociales, un mar de información, alguna más valiosa y otra para pasar el rato, en la que debes competir para captar los 5 segundos de atención media que el ser humano presta por publicación. Conseguir un STOP en el camino del scroll ya es difícil pero ofrecer contenido que genere un interés tal que retorne contactos es todo un reto. La incansable búsqueda del clic en un “lo quiero” o “más info”, en un botón de “suscríbete” o “llámame”, en un “regístrate” o “añadir al carrito”, es lo que llamamos “convertir en leads/contactos” y si el mensaje no convierte, no es bueno.
Si tenemos en cuenta que según la IAB, el 81% de los usuarios que buscan productos por internet acaba comprando por este medio, descubrimos que estar en la web no es una opción, sino una necesidad.
Y ¿qué pasa con las redes sociales?
En estos tiempos, en los que consultamos el móvil un total de 142 veces de media al día, se ha vuelto un elemento imprescindible para conocer de primera mano las últimas actualizaciones de nuestras marcas favoritas.
Las empresas están constantemente generando contenido de calidad para intentar llegar a más seguidores/compradores. De hecho piénsalo: cuando te hablan de un nuevo sitio que debes conocer, enseguida coges tu móvil para buscarlo en Facebook o Instagram, ¿nos equivocamos?. Es algo que tenemos tan interiorizado que esperamos que la marca que no conocemos nos cuente todo sobre ella en sus redes, y por supuesto, esa primera impresión vale muchísimo para ti como posible consumidor.
Captar la atención de los seguidores en poco tiempo, es tan difícil como dirigir una empresa. Tú quieres estar ahí, pero no tienes tiempo para ello, de ahí que acabes dejando de lado este aspecto tan importante o encargándoselo a otra persona que no está tan cualificada (A.K.A., el sobrino que sabe de redes).
Lo cierto es que publicar sin estrategia, a priori parece que al algoritmo le va a gustar, pero en realidad es como tirar piedras a nuestro propio tejado. Es un ser despiadado que no se lo traga y anda justito de paciencia: si ve que intentas engañarlo, puede hasta penalizarte.
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