La imagen sí importa pero ¿tu identidad visual sólo necesita una cara bonita?
Cuando veas este verano a Brad Pitt en la nueva y novena película de Tarantino ‘Érase una vez en… Hollywood’ habrán pasado 25 años desde que el ex de Angelina Jolie se iba de ‘Leyendas de Pasión’ hasta tres veces «sólo para poder volver a caballo con el pelo al viento cada vez más lustroso que el anterior».
Como narra magistralmente Juan Sanguino en El País, la trayectoria cinematográfica de Brad Pitt evidencia que ha sabido dejar marca gracias a su atractivo físico pero también a su talento y olfato para producir películas de Oscar. El éxito no sólo debe a una cara bonita pero, innegablemente, a todos nos gusta gustar. La imagen importa, tanto, que hay que saber cuidarla.
Por eso si en nuestro anterior post hacíamos un homenaje a los 50 años del ‘My way’ de Brand Sinatra, esta vez queríamos usar de excusa el 25 aniversario de ‘Leyendas de Pasión’ para volver a hablar de marca. En este caso, de su imagen más fácilmente reconocible: su identidad visual.
A estas alturas de la película (nunca mejor dicho) no debería hacer falta repetir que una marca no es un logotipo, que los logos más grandes no se ven mejor y que la identidad visual de una marca debe contar una historia desde el minuto cero.
Identidad Visual
Detrás de un logotipo hay un universo visual en el que todos los elementos (tipografía, fotografía, psicología del color, baseline o apellido de marca, soportes, etc.) tienen significado y exigen la misma atención. ¿Cómo trabajamos en Equilátera este proceso?
- Briefing. Esta parte es tan importante como la del propio diseño. Es imposible conceptualizar una marca y darle forma sin antes entender lo que el cliente realmente necesita y no sólo lo que tiene en su cabeza. Hay que tener en cuenta cómo son además de qué hacen y, sobre todo, qué imagen se quiere proyectar. Un logo puede ser muy bonito pero no levantar pasiones porque no representa a la marca ni su público objetivo se siente identificado con él.
- Argumentario de marca. Antes de coger los ‘pinceles’ trabajamos la identidad verbal de la marca hasta aterrizar el llamado brand manifiesto (qué somos, qué amamos, qué no somos, qué odiamos y qué queremos) y la promesa de marca (de obligado cumplimiento si queremos mostrar una imagen coherente)
- Imagen de marca. Una vez que tenemos claro qué concepto de comunicación y qué palabras representan a la marca es hora de plasmarlo todo en una imagen irresistible (como Brand Pitt) 🙂 Es un proceso complejo del que depende la tipografía, la personalización de la misma, si va a llevar imagotipo o no, cuál será su ‘apellido’ y hasta qué emociones queremos que transmita a través de sus colores.
- Manual de identidad. Hemos llegado al ecuador del proceso. Si la marca que hemos creado enamora a su dueño (con o sin modificaciones) pasamos a elaborar todo el material de papelería corporativa y el manual de identidad, cuyo uso debe ser de obligado cumplimiento para todos los miembros de la compañía, proveedores o cualquier agente que vaya a utilizar la marca. La de disgustos que una empresa se va a ahorrar si hace las cosas bien y se asegura de que otros también lo hagan.
- Adaptaciones de marca. Una marca no es una pegatina que se pone o quita sobre una superficie. Es un elemento vivo y como tal debe adaptarse a su entorno online y offline. Hacer una correcta y creativa adaptación de la identidad corporativa a todos los soportes y elementos en los que se representa hará que levante pasiones allá por donde vaya.
¿Quieres conocer mejor algunas de las marcas que hemos creado y que también han levantado pasiones? Echa un vistazo a nuestra página de proyectos.